REFLEXIÓN
A lo largo de mi vida tengo que reconocer que no he sido demasiado buena lectora, o por lo menos eso creía hasta hace poco.
Soy una persona interesada más por los cómics y todos aquellos libros cuyas ilustraciones sean motivadoras. Siempre he disfrutado leyendo lo que nadie me imponía, que a la vez ha sido lo que más ha suscitado mi curiosidad. He disfrutado con cada uno de los libros que he tenido en mis manos y guardo muy buenos recuerdos de ellos. Por ejemplo, Mafalda, Mortadelo y Filemón, Tintín etc.
Además de este género literario ha habido también algunas obras de literatura que me han dejado una huella importante como son; El Perfume, Relato de un náufrago, Crónica de una muerte anunciada, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, etc.
También es cierto que mucha animación a la lectura no he tenido de pequeña, y con eso no me refiero a que no me hayan dicho muchas veces “tienes que leer esto que ya verás cómo te gusta” o “Esta historia es fascinante” o “lee que es bueno”, a lo que yo me refiero es que todas estas actividades motivadoras que hemos visto en clase que se deben proponer a los niños en el colegio para la animación antes, durante y después de la lectura no lo he tenido cuando yo era alumna de primaria. Y quizás por eso me cuesta mucho decidirme a la hora de leer algún libro, ya que suelo pensar que si no me gusta, habrá sido una pérdida de tiempo.
Este bloque es el que más me ha gustado de todos, me parece que para que el niño se aficione o le empiece a gustar lo que lee, debe antes entender lo que está leyendo, y para eso, estas actividades son muy adecuadas. Aunque es cierto que vivimos en una época en la que la tecnología va más adelantada que los libros, y cuando hay un éxito literario inmediatamente se hace una película sobre él, con lo que muchas veces al niño no le da tiempo a leer el libro antes de conocer la historia a través del formato audiovisual, lo que implica que pierda interés por la obra literaria, porque el mismo se siente más atraído por las imágenes que por la lectura y además le resulta más cómodo(requiere más esfuerzo leer un libro que ver una película).
Por eso, es de vital importancia enseñarles a coger el gusto por la lectura desde temprana edad, si bien es cierto, que cada uno de ellos no es igual al otro, y no debemos olvidar que aunque les propongamos actividades que a nuestra consideración pueden resultar emocionantes o divertidas no es una tarea fácil convertir a los niños en lectores aficionados por lo que también tendremos que sopesar si nuestras aspiraciones no deben ser más modestas, en algunos casos, y conformarnos con que sientan al menos curiosidad por los libros.
De esta manera, quiero decir que nosotros tenemos la obligación de enseñarles a “leer” dentro de las aulas para que comprendan todo lo que leen en los libros, pero no podemos obcecarnos en querer que todos los niños se interesen por igual por éstos, ya que como he dicho antes, cada niño es un mundo, y tampoco debemos insistir en algo que para algunos puede resultar aburrido.
Pero esto no quita, para que cuando nos convirtamos en maestros, queramos tener todo tipo de técnicas e instrumentos para desarrollar la competencia lectora en nuestros alumnos. Y con este bloque, me parece que nosotros mismo hemos desarrollado la capacidad para inventar nuevos recursos, además de imaginarnos la puesta en escena de ellos en el aula.
En cuanto a cómo trabajaba la lectura en clase mi tutora de prácticas, me sorprendió gratamente porque no seguía los métodos negativos que comentamos en clase, es decir, se trataba de un sistema en el que los niños cogían de la biblioteca de aula los libros que le interesaban y de una manera autónoma se ponían a leerlos en la hora de lectura, sin que la profesora interviniera , sin tener que leer en alto, dando oportunidad a una lectura comprensiva en el aula, que a mi parecer los niños agradecían.
También es cierto que en las asignaturas en las que tenían libros de texto y tenían que leer, ahí sí que la profesora hacía que los niños leyeran en alto y tuvieran que escucharse los unos a los otros, algo que me parece bien que hiciera, ya que ella necesitaba ver qué niño es el que leía con más fluidez o quien no se ajustaba al entonar los signos de puntuación. Es decir, creo que la profesora distribuyó de una manera muy adecuada, los periodos necesarios para la lectura comprensiva y expresiva en clase.
Por último, resaltar que con las prácticas que he realizado en el colegio, he podido ver que la biblioteca de aula, no solo en mi clase sino en la de otros compañeros que estaban en la misma situación, estaba muy bien dotada de libros tanto en cantidad como en diversidad, por tanto, los niños estaban en contacto día a día con ellos, y además la profesora les iba preguntando cada semana qué libros habían comenzado a leer por decisión propia o cuáles creían ellos que necesitaba la biblioteca para estar más completa. Este me parece un buen ejemplo de cómo se puede fomentar la lectura dotando al aula de estos medios y también dando libertad a los niños para que elijan lo que quieren leer.
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