martes, 22 de enero de 2013

REPETICIÓN REFLEXIÓN BLOQUE II




REFLEXIÓN




Los textos folclóricos no son cuentos infantiles. ¡Vaya!, ¿no lo son? Y así comenzamos con este tema, con mi error pensando durante tanto tiempo que para ese fin se escribieron estos cuentos contados por tradición oral.

No creo que aquellos que contaban historias y relatos a la luz de la lumbre a un grupo de personas, a un pueblo etc., que circulaba más tarde entre el campesinado desde tiempos inmemoriales, supieran que todo lo que contaban, ha constituido una base importante para construir lo que ahora llamamos tradición folclórica.

En  nuestra cultura, la occidental, la literatura infantil nace cuando los relatos orales del folklore medieval europeo, son expresados  por escrito a partir del siglo XVI en recopilaciones como las de Basile. En el s.XVII Charles Perrault publica  “Los Cuentos de Mamá Oca”, que incluyen cuentos de los más conocidos dentro de la tradición folclórica, tales como “La bella durmiente”, “Cenicienta” y “Caperucita Roja”. Los cuales han sido llevados a la gran pantalla de la mano de Disney, en dibujos animados, o por el cine convencional.

Igual de importantes fueron los Cuentos de niños y del hogar de los hermanos Grimm, las recopilaciones de cuentos rusos de Afanasiev y los cuentos de Andersen, de los cuales, la mayoría no tenían un “final feliz”.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención, porque la desconocía, es que muchas de las primeras versiones de estos cuentos, incluidas las de Perrault, conservan la crudeza que era propia de los textos folklóricos orales, como los abusos, las violaciones, etc. Considero acertado, que las versiones actuales de los cuentos, no incluyan alusiones a esos hechos, ya que no me parecen adecuados para las mentes de los niños de hoy en día, ya que no están en contacto con una realidad tan cruda como la que se podía dar en la Edad Media o a principios de la Edad Moderna. Creo que otra manera de enseñar dentro de las aulas la larga tradición que constituye el folclore, sin entrar en temas escabrosos o macabros,  es contarles que en el siglo XVI los cuentos no tenían el final feliz que ellos conocen actualmente, porque era una época en la que había muchas guerras, la gente moría joven, de ahí el hecho de que haya madrastras y huérfanos, como en el cuento de la Cenicienta ,y además los niños apenas tenían un trato favorable como en la actualidad, y carecían de los derechos y la consideración que tienen ahora.

Un cambio importante que se observa en la evolución de la tradición folclórica  se produce en el siglo XIX, cuando los cuentos tradicionales pasan a ser considerados como literatura dirigida especialmente a los niños. Por lo que las historias se modelan para enseñar los valores de ésta nueva sociedad. Por eso incluyen cazadores compasivos, príncipes valerosos y princesas bellísimas.

Es importante, que nosotros como futuros educadores, conozcamos cómo ha evolucionado toda esta tradición, para a partir de ahí poder utilizarla dentro del aula. Como recurso para que los niños conozcan los cuentos populares me parece muy acertada la adaptación de uno  que ya conozcan, ajustándolo a las necesidades de los alumnos de nuestra clase.

Para hacer una buena adaptación y como hemos aprendido en este bloque, podemos cambiar al protagonista de aspecto, transformarlo en animal, en un objeto, etc.; cambiar el tiempo en el que transcurre la historia, adecuar el entorno, e incluso el final también se puede cambiar, porque lo importante es que el protagonista haya pasado por todas las experiencias que son comunes en la trama de los cuentos infantiles.

Además, todos estos textos nos proporcionan personajes, situaciones e intrigas argumentales que podemos usar en clase para hacer títeres de cachiporra y así enseñarles otros de los géneros que componen los textos folclóricos, el teatro infantil.

Con respecto a la poesía, sería necesario también seleccionar obras adecuadas a las características y motivaciones de los niños, con las que pudieran hacer lecturas en clase, que se podrían amenizar con música, para seguir la tradición popular; aprender y recitar algunos versos, pero haciéndolo en grupo recreando un ambiente festivo, y hacer murales para decorar la clase sobre la temática de los poemas, villancicos, etc.

En relación con esto, en estas prácticas he visto como trabajaban con el cuento de Caperucita Roja, cada uno de los niños de clase llevaba a la biblioteca de aula la versión que tenían en casa del cuento, y en los talleres de lectura iban rotando los libros a cada grupo de lectura que había en la clase. Tras las distintas sesiones, la profesora les preguntaba qué cosas veían diferentes entre unos libros y otros, como variaban las ilustraciones, el final etc. Una vez que veían como de un mismo cuento se pueden sacar diferentes versiones, se dedicaban a dibujar y colorear caperucitas, árboles y lobos, para en el siguiente trimestre, realizar un teatrillo, con todo el material que ellos mismo habían creado.

En conclusión, es importante acercar a los niños a una tradición tan arraigada en la historia de la cultura occidental y que, aunque haya variado a lo largo de los siglos, sigue vigente en nuestra época y ha estado en la base de nuestra formación cultural y lo seguirá estando en la de las futuras generaciones, aunque cambie y evolucione como hemos visto que ha sucedido antes. Porque estas tradiciones son elementos  ideológicos de la cultura, como diría Malinowsky y sirven para dar coherencia a los pensamiento e  ideas que tenemos como grupo social.



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